Han pasado muchos días desde la última entrada. La verdad, es que han sido días difíciles con un final muy triste. Y ese es el motivo de que haya tardado tanto en publicar un post, ya que temía que si lo hacía en caliente, iba a saltarme todas las propuestas que me hice cuando inicié el blog y hablar de temas que establecí como tabús.
Pero si que me voy a poner un poquito metafísico, aunque la pregunta deberíamos planteárnosla mucho más a menudo, ya que inmersos en la rutina y el día a día, solemos pasarla por alto: ¿Qué es lo realmente importante?
Aquí hablamos de trabajo, de lo importante que es formarse, de tener una buena red de contactos… pero más allá de todo eso, repito: ¿Qué es lo realmente importante?
Ya lo dice Toretto, lo importante es la familia. Familia en términos no estrictamente consanguíneos, la que te toca y la que eliges, ya sabes. Y por encima de eso no puede haber nada, ni siquiera el mejor trabajo del mundo.
Quería compartir con vosotros un claro ejemplo: mi amigo Antonio de Ancos tiene un podcast (que deberíais seguir) donde cuenta un claro ejemplo de lo que hablo:
No quiero contar mucho más hoy. Solo quería publicar algo para volver a la rutina semanal del blog y recordaros a todos que la vida es mucho más que trabajos y sueldos (aunque a veces no lo parezca).
¡Hasta la semana que viene!