¿Se puede ser siempre profesional en tu trabajo?

La pregunta con la que inicio este post puede parecer absurda, «¿no debería serlo siempre?». Pues por mi experiencia, hay momentos en los que no.

En un mundo ideal no cabe duda, siempre deberías ser profesional, porque todos a tu alrededor lo serían y estarían perfectamente capacitados para su puesto de trabajo. Pero, según has leído la frase anterior, te has dado cuenta de que no vivimos en un mundo laboral ideal (ni de cerca).

Te pondré varios ejemplos reales (sufridos en primera persona), para que veas que, efectivamente, ese mundo perfecto está muy lejos de ser el que te encuentres en tu día a día:

  • Trabajando en un proyecto de .NET que atacaba a base de datos SQL Server, el encargado de la administración de esa base de datos dijo en una reunión que tenía que «activar los triggers». La persona responsable del proyecto entendió que había mucho trabajo en ese “desarrollo”: era marcar un check.
  • Teniendo que maquetar microsites con 4 saltos en la maquetación (diferentes visualizaciones en función de la anchura de los dispositivos), me encontré con diseñadores orientados al offline, que hacían dos saltos y a Dios gracias (porque el anterior estaba así). Esos mismos diseñadores creaban gifs animados para campañas de mailing (cuando algunos gestores de correos no los admiten y solo “pintan” el primer frame), con el primer frame vacío.
  • Navegando por Linkedin (algún día hablaremos de esta red social y su tendencia al “Instagram laboral”), descubrí como en un post alguien que se definía como jefe de proyecto elogiaba las bondades de SCRUM. Le dije que me parecía raro… y no lo entendió.
© 2015 Andrews McMeel Syndication All Rights Reserved.

Como diría el Capitán América «Podría hacer esto todo el día», y enumerar ejemplos y más ejemplos de situaciones vividas que ejemplifican la imperfección de las estructuras organizativas: concursos que ya están adjudicados de antemano, jefes que solo te saludan cuando necesitan de ti, despidos “procedentes” por poner al descubierto las carencias de tus superiores… Cuando me jubile pondré nombres a las personas y empresas protagonistas.

No todo son malas noticias: también te encontrarás gente competente, alguien tiene que sacar los proyectos adelante. Es muy difícil esconder tu incompetencia cuando tu rendimiento debe traducirse en un análisis, un código, un desarrollo… pero las tareas de gestión no son tan fáciles de cuantificar. Famoso es el “Principio de Dilbert”, que dice que las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar. Si te has sentido representado nada más leer esto, no necesitas que te explique nada más.

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Volviendo al tema central del post, «¿cuándo no debes ser profesional?» Te enumero a continuación los motivos que se me ocurren:

  • Estás empezando: es tu primer trabajo, necesitas experiencia laboral y puedes obviar un poco la incompetencia a tu alrededor. Además, sin experiencias previas, te será más difícil detectar esos casos.
  • El mercado laboral está complicado: no es el caso en mi sector, con lo que si eres del gremio, no tendrás disculpa.
  • Pasta: ganas mucha, más de la que podrías ganar por ahí, para qué moverte.
  • Otros motivos más cuestionables: te gusta alguien de la oficina, te da igual hacer bien tu trabajo, no quieres perder la indemnización por despido acumulada…

No voy a defender ninguno de los motivos, ni tampoco voy a criticarlos. Cada persona es un mundo y en su momento tendrá que sopesar si sacrifica un poco de profesionalidad por mantener su trabajo o no soporta lo que tiene a su alrededor y se marcha inmediatamente (o le “invitan a marcharse”). Lo que si quiero dejarte aquí es uno de mis mantras favoritos: “LA MERITOCRACIA SON LOS PADRES”. Esfuérzate, estudia, trabaja bien, fortalece tu red de contactos… eso te dará mejores oportunidades, pero no dudes de que, cerca tuya, habrá alguien que no tendrá que cumplir todos esos pasos para obtener un puesto como el tuyo, o, peor aún, ser tu jefe y gestionar tus tareas sin tener ni la menor idea de lo que haces.

¡Hasta la semana que viene!

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